“Solo los tontos creen que el
silencio es un vacío. No está vacío nunca. A veces la mejor manera de
comunicarse es callando”.
SILENCIO. Lo único que
necesitamos para serlo todo, y a la vez nada. El momento exacto en el que el
mundo se detiene; pero ahí estás tú, frente al peligro, desnudo y con la única
compañía de tus pensamientos.
Incómodo en ocasiones, es capaz
de sacar nuestro yo más personal y puro.
No nos juzga, siempre vive el presente, el aquí y ahora. Y es valiente,
enfrentándonos cara a cara a nuestros más terribles temores para que así seamos
capaces de hacerles frente. No importa cuán desesperados estemos, pues al igual
que el tiempo siempre tendrá una respuesta.
SILENCIO. Porque cuando se hace
el silencio las manecillas del reloj pasan a un segundo plano y el rumor se desvanece.
Ideas encontradas se mezclan con la finalidad de dar sentido a lo que quizás no
lo tenga, infinitos vaivenes te descolocan, la búsqueda de la inspiración que
no llega. Un lujo que pocos conocen.
La vida que llama a tu puerta y se
queda un buen rato a charlar, el partido más seguro para el que desconfía de sí
mismo, la victoria que tarde o temprano llegará, la necesidad del yo por un
instante.
SILENCIO. Porque cuando se hace
el silencio despertamos aquello que tenemos dormido, y sin darnos cuenta nos
volvemos más humanos. La soledad menos dolorosa, la espera que nunca espera y
de repente aparece. Inmensidad ante tus ojos, que no sabes definir pero que te
hace sentir bien.
Un arte, una conquista, el ruido
interno de lo que nos aturde, el grito de las pasiones. El inalcanzable que
todo lo alcanza, simpleza y complejidad a partes iguales, no se sabe si presencia
o ausencia. Sensaciones que ya son realidad, ¿o tal vez no?
SILENCIO. Porque cuando se hace
el silencio lo único que podemos sentir es el latido de nuestro corazón, y
nuestra conciencia.